Las intoxicación emocional podría definirse como una sobrecarga de pensamientos y emociones negativos y disfuncionales que invade nuestro sistema dañándolo; sus causas pueden ser  internas o externas: es decir, haberse formado a partir de la interacción comunicacional con uno mismo o con un otro íntimo, cercano; entonces  puede surgir de nuestro mundo interior o del  exteriorizado de  otra persona. Se puede representar en actitudes y conductas tales como:  enojo, odio, culpa, queja, frustración, resentimiento, miedo, tristeza; también podrían tener su expresión física en malestar o enfermedad biopsicosocial.
Por qué llegan a ser tóxicas? porque  son contenidos emocionales expresados de forma impulsiva, asincrónica, indirecta, oscura, sin empatía, por tanto su efecto es altamente destructivos y contaminante,  invade lo sano, altera lo funcional,  pudre el alma;. Esto surge y se mantiene a partir de situaciones de desgaste, de abuso de la tolerancia, de la intolerancia, de pensamientos  rígidos,  flojera mental y conductual, estancamiento,  pasividad, comodidad, de actitudes de incongruencia entre el pensar, sentir, decir y hacer.
Generalmente recibimos y vamos acumulando consciente o inconscientemente toxicidad emocional para luego  arrojar a quien muestre alguna permeabilidad, permisividad, o vulnerabilidad. Siendo paradójico que al vaciar sobre el otro toda esa carga, el emisor se relaja y lo contrario sucede en el receptor que acusa  la afectación de su estado emocional por esta interacción tóxica. UN PASO IMPORTANTE: DARNOS CUENTA DE ESTO. 
Ahora bien, cuando se llega a la saturación nuestro organismo  hace una autodepuración emocional reactiva, muchas veces explosiva con consecuencias  bien sea hacia adentro (psicosomáticas) o hacia afuera (agresión activa o pasiva). Cuando es hacia adentro nos lastimamos, cuando es hacia afuera lastimamos a otros. 
Las claves para proteger nuestras salud emocional de acciones ajenas y propias son:
- aprender a observarnos para conocernos y aceptarnos;
 - darnos el permiso de conocer y aceptar al otro;
 - autorregular nuestras emociones;
 - saber diferenciarnos del otro:
 - equilibrar la tolerancia, ni exceso, ni falta;
 - aprender a expresar nuestros pensamientos y emociones de forma clara, directa y focalizada;
 - expresarnos de forma asertiva con autocontrol y respeto hacia el otro;
 - aprender a asumir el riesgo de expresar lo que se piensa y quiere;
 - saber poner límites a la conducta del otro y a la propia;
 - abandonar (y no aceptar del otro) conductas de dominio, victimización, superioridad, inferioridad, dependencia.
 
Los excesos son perjudiciales, acumular asuntos, energías y pensamientos negativos tiene resultados altamente dañinos a la persona y en las relaciones interpersonales.
Prof. .Soraya Clemente de Franco
Prof. .Soraya Clemente de Franco

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