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Soraya Clemente, Lic en Trabajo Social, Profesora Universitaria, Especialista en Dinámica de Grupos, Master en Educación para Padres, Especialista en Desarrollo Humano y Comunicaciòn, Formadora Andragógica

lunes, 25 de marzo de 2013

Cuando dominan las emociones sobre la razón.



Pensar y responder o reaccionar sin control, ambos son aprendizajes, sus consecuencias nos ubican en contexto y obligan a examinar como lo emocional puede facilitarnos, o hacernos cuesta arriba, la vida.

Dejar que las emociones nos perturben, nos manejen, tener respuestas reactivas, actuar motivados por descargas emocionales, todo ello expresa dificultad para regular nuestras emociones, esto puede ser una conducta habitual o suceder como consecuencia de situaciones difíciles que ponen en juego quienes somos, nuestra identidad. La clave está en aprender a manejar estas circunstancias, que emergen de los pensamientos, vulnerabilidades y recursos vinculados a las mismas.
 
 

Si evocáramos un episodio en el que permitimos que nuestras emociones fueran desbordadas y tomaran la batuta, veríamos entonces, como asumimos comportamientos absurdos y cometemos errores y desaguisados sin mayor esfuerzo, simplemente reaccionamos y en momentos así  la razón está  obnubilada. Por supuesto que esto puede conducir a consecuencias catastróficas o por lo menos indeseables, agravará cualquier problema  o conflicto o podría iniciarlo .Unido a ello genera un malestar emocional con uno mismo, posterior a la escena.
 
Podemos observar que una respuesta característica cuando nos vemos envueltos en una emoción desbordada es ponernos a la defensiva, o no aceptar la responsabilidad por las consecuencias de nuestros actos , que muy probablemente empeoraran lo que generó dicha respuesta. Es muy factible actuar de manera equivocada cuando nos arropan las emociones.

Pero hay opciones para un cambio favorable y asumir con responsabilidad lo que nos pasa, a algunos a veces y a otros con frecuencia, lo que lo hace preocupante, podemos ocuparnos.
 
Lograr el autocontrol o manejo positivo de una emoción nos permite a nosotros y al otro fluir,  produce bienestar y  estimula  la percepción de aprendizajes además de la capacidad de darnos cuenta de la esencia de lo acontecido, nos hace ser justos con el tú y el yo.
 
También si podemos reflexionar sobre nuestra conducta, centrándonos en nosotros, luego de una reacción intempestiva, buscando comprendernos y reenfocando lo ocurrido, hallaremos algunas respuestas a las causas reales de la desproporción o inadecuación que exhibimos en un momento determinado, esto nos fortalece y ayuda a desarrollar nuestra inteligencia emocional.
 
Fíjense, que no estamos centrándonos en juzgar personas ni situaciones, sólo hacemos referencia a la capacidad e idoneidad de la respuesta asertiva en un momento determinado.

La expresión de las emociones necesita educación y esta se da a lo largo de toda nuestra vida, ya que nuestro ciclo vital  varía, y en ese transcurrir nos coloca ante diversas, amplias y diferentes circunstancias  que nos pondrán a prueba y exigirán recursos distintos. Generarán también vulnerabilidades y limitaciones con las que debemos lidiar; sin embargo, en ese andar, la idea es anclar cada vez más recursos y sacar lo que no nos sirve del morral vital.






 Prof. Soraya Clemente de Franco

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