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Soraya Clemente, Lic en Trabajo Social, Profesora Universitaria, Especialista en Dinámica de Grupos, Master en Educación para Padres, Especialista en Desarrollo Humano y Comunicaciòn, Formadora Andragógica

sábado, 26 de mayo de 2012

Sembrar y cosechar: Vivir lo mejor posible, por mí y por los demás




Venimos al mundo, sin que nos pidieran permiso para ello, está bien... eso es así y hasta ahora no es modificable. Luego nos crían (y crean) bajo determinadas creencias y patrones familiares; se forjan determinadas expectativas con relación a nosotros; se suscitan una y otra vez las experiencias, nuestro modo de vivirlas, interpretarlas y aprender de ellas determinará conductas futuras. En este proceso interviene directamente la familia y la acompaña la escuela, la comunidad, la televisión, la sociedad y el Estado. Aunado a esto, están los factores biológicos: heredados, innatos y adquiridos que hacen lo suyo. Por eso se dice que el ser humano es un ente biopsicosocial.

El hombre y la mujer pasarán por las diferentes etapas del ciclo vital y se supone que en las etapas de adulto joven, adulto medio y adulto mayor serán capaces de tener autonomía, independencia, tolerancia a las frustraciones, responsabilidad, condiciones estas necesarias para el continuo avance del proceso de maduración humana que se expresa de forma intra e interpersonal.

Hablemos metáforicamente y discurramos diciendo que :

La vida transcurre como en en un constante proceso de siembra y cosecha: seleccionar las semillas, seleccionar y preparar el terreno, abonarlo, sembrar lo idóneo, cuidarlo apropiadamente, arrancar la maleza, alejar los agentes dañinos: protegiendo, eliminando; observar, esperar paciente y activamente y luego disfrutar los resultados: la cosecha .

En el camino habrá lo que llaman situaciones atribuibles a factores del azar que a veces podemos controlar y otras no tanto (pero si manejar) y que dependiendo de nuestra actitud se pueden vivir como un caos o como algo que es parte natural y posible de ese proceso de siembra y cosecha.

La cuestión es que siempre se podrá replantear la siembra. Siempre se siembra. Hay que aprender a sembrar, prepararse. Parte de ello es observar el proceso antes, durante y después: pre-siembra, siembra y  cosecha, ¿quiero hacerlo?  ¿se cómo hacerlo?  ¿para qué quiero esto? ¿qué necesito? ¿puedo sólo o necesito ayuda?  ¿obtuve lo deseado? ¿hay que cambiar algo? ¿qué trascendencia tiene el hacerlo bien o no? ¿Cuál es mi nivel de compromiso y responsabilidad? ¿cómo he contribuido al actual estado de cosas? ¿qué es preciso mejorar? ¿qué puedo hacer?  ¿qué podría pasar si no hago nada?

Es imposible no sembrar, el asunto es que hay como resultado de ello. Corregir lo que haya que corregir y seguir sembrando con la esperanza y confianza que da el ser consciente y activo en lo vital. Variar, cambiar, nutrir: para no agotar los suelos y poder contar siempre con ellos en buenas condiciones.

Tan importante es saber los tiempos de siembra como las necesidades y los posibles problemas. Y recordar que la cosecha siempre se comparte, siempre, en las mejores y peores circunstancias, actuemos con inteligencia y procuremos lo mejor. Lo que hago y dejo de hacer tiene consecuencias en el actual estado de cosas, no sólo para el otro u otros, también para mí , procuremos que estas sean  ventajosas entonces.

Tanto en la siembra como en la cosecha, si queremos un proceso y producto de calidad, el ingrediente esencial es EL Amor, amor bien entendido y sano, no el que ahoga al otro, exige y no da, quiere que lo comprendan y no comprende, quiere que lo escuchen y no escucha, enjuicia, quiere solidaridad y muestra egoísmo, quiere que el otro haga pero no hace, quiere caricias y da espinas, quiere paz y promueve la guerra, se preocupa por su salud pero enferma al otro, se queja pero no busca resolver, quiere su espacio pero invade el del otro, quiere vivir y no deja vivir.

Para amar hay que conocerse, aceptarse, respetarse, comprenderse, tolerarse (aceptar que todos somos diferentes y únicos), actuar con honestidad, ser humilde, dar y recibir, asumir y cumplir responsabilidades,  poner límites, ser flexibles, abrirse mentalmente , sentir  seguridad y confianza uno en el otro, valorar y valorarse. En síntesis hay que saber amar, querer amar y demostrarlo. El amor  no viene prefabricado, se construye, y necesita mantenimiento.


Son palabras que serán vistas, oídas y sentidas, cada quien sabrá darse cuenta y extraer el aprendizaje necesario, sin meter el dedo en el ojo del otro, mirando para dentro, limpiando y abriendo las ventanas para que entre la luz, asomarse de cara a escuchar buscando comprender, sentir la necesidad ajena como propia, saborear lo dulce de la vida y ofrecerlo, impregnarse con el aroma de la paz, la calidez de los abrazos. Vivir y dejar vivir. Nuestra vida no se hipoteca, nos pertenece absolutamente, aprendamos a compartir en armonía. Dejemos los imprevistos al destino o azar y tomemos las riendas de nuestra vida sin dañar ni hacernos daño, ni permitírselo a otro. Convivamos.
                                                                                                                                                                                                                                                                    


Msc.Soraya Clemente de F

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