Les recomiendo esta lectura, ojalá sirva para prevenir , detener a tiempo, decidir hacer algo a favor de evitar una ruptura sin regreso, ayudar a alguien a ayudarse.
COMO RECONOCER EL FIN DE UNA
RELACIÓN
Karina Galarza Vásquez
Reconocer si experimentamos sólo dificultades o si estamos ante
el principio del fin de la relación es una tarea ardua para todas
las parejas. ¿Cómo saber si llegó el momento de decir adiós?
Ante esta situación, mujeres y hombres quedan inmersos en mar de
emociones, sentimientos y sensaciones encontradas, por lo que se les
complica tranquilizarse para identificar en qué punto de la relación
se encuentran.
“Aunque todas las parejas comparten infinidad de elementos,
siempre existen ciertas diferencias, las cuales no son la fuente de
conflicto, sino el manejo incorrecto de las mismas. Asimismo, es
inútil pensar que las parejas no van a tener contrariedades, pues
hay ciertas áreas problemáticas que prácticamente no cambian”,
refiere Irmgard von Wobeser, especialista de la firma Von Wobeser
Human Consulting.
Podría decirse que el momento en el que una relación deja de
aportar ese conjunto de elementos que la propició, como afectividad,
emoción, seguridad y disfrute sexual, entra en crisis. “Entre los
factores más importantes que debemos analizar se encuentran el
vínculo, amor sexual e interés afectivo que tiene uno sobre otro,
pues no es nada grata la convivencia entre dos personas que ya no se
aman”, explica Cecilia Quero, psicoterapeuta con especialidad en
parejas y sexología adscrita a la Asociación Mexicana de
Alternativas en Psicología (Amapsi).
Análisis de la crisis
No existe fórmula alguna que garantice el éxito de la vida en
pareja. ¿Cuándo podemos decir que una relación está en crisis?
“Cuando el sentimiento ya no es lo que en un momento me llevó a
querer estar con la persona”, responde Cecilia Quero. Y agrega que
hay una teoría propuesta por el Dr. Marco Eduardo Murueta
—presidente de Amapsi—, la cual refiere que el amor es una
experiencia que se construye a través de nueve elementos:
Reconocimiento. Consiste en expresar los
aspectos que agradan de uno mismo y de la otra persona.
Convivencia. Se fundamenta en las vivencias
conjuntas; por ejemplo, jugar, comer o beber; compartir eventos como
fiestas, cine, teatro, música, viajes y lecturas, y reír juntos.
Generación de experiencias especiales agradables. Quien
las propicia se integra (en forma simbólica) en la identidad de su
contraparte; sobre todo, en la medida en que esas vivencias generadas
son poco comunes. Incluyen imagen personal, detalles, sorpresas,
regalos, risa, placeres físicos y fantasía, entre muchas otras.
Contacto físico agradable. Es clave para
determinar los niveles de profundización amorosa. Abarca desde la
mirada hasta las relaciones sexuales, entre muchas otras variantes.
Cooperación. Realizar actividades en las
que cada quien colabora voluntariamente para lograr un resultado
único, sin duda, es fuente de enamoramiento. Puede ser desde mover
un mueble hasta juegos o trabajos en equipo.
Creatividad compartida. Generar en conjunto
actividades interesantes o estéticas que antes no existían, como el
decorado de la casa, obra artística o procreación de un hijo, son
símbolos de identificación amorosa.
Éxito compartido. La sensación de haber
alcanzado una meta importante mediante esfuerzos combinados produce
alto grado de emoción satisfactoria.
Narrativa externa. Platicar las vivencias
cotidianas, anécdotas o recuerdos, así como escuchar con atención
lo que le ha ocurrido al otro, es fuente de comprensión e
identificación progresiva, siempre y cuando lo narrado no sea
agresivo para el que escucha.
Competencia externa. La cohesión de una
pareja requiere que esta unidad se contraste con otras similares; en
la medida en que esta comparación externa falta es más probable que
afloren diferencias internas. Se sugiere competencia sana y positiva,
es decir, en equipo por ser mejores en los aspectos que se consideren
relevantes. No se trata de combatir por ser menos malos ni poner
“zancadillas” a los demás.
“De acuerdo con el Dr. Murueta, dichos elementos constituyen la
experiencia del amor. Si uno o varios de ellos están ausentes se
genera distanciamiento, y ahí puede pasar todo, incluso una pareja
alterna”, advierte Cecilia Quero. En este sentido, pensar que una
relación está mal porque él o ella se involucró con otra persona
es un error que va a impedir enfrentar la crisis y, al final, puede
generar una separación porque siempre estarán presentes un culpable
y una víctima. Quizá lo más sensato sería pensar que algo en la
relación estaba mal desde antes.
“Uno de los problemas más fuertes en esta sociedad es
privilegiar el vínculo amoroso sobre cualquier otro. A ello se suma
que las personas esperan obtener todo de la relación y la perciben
como su universo”, anota Irmgard von Wobeser. Asimismo, la
especialista está convencida que nuestra biología no es monogámica:
“tenemos sólo una pareja por elección, por lo que al estar en una
relación que implica sacrificios y problemas es fácil sucumbir ante
la tentación de tener otro lazo afectivo”.
Los “cuatro jinetes del Apocalipsis”
En México va en aumento el número de parejas separadas o que
están en ese proceso. “Hay una estadística muy interesante, la
cual refiere que a fines del siglo XIX los matrimonios duraban juntos
20 años y luego los separaba la muerte; no había divorcios y la
gente lo resistía. En la actualidad, a la mayoría de los enlaces
los separa el divorcio y son menos a quienes aparta la muerte”,
subraya Irma von Wobeser.
Y agrega que, según estudios recientes del investigador
estadounidense John Gottman, hay cuatro patrones de interacción que
rompen la relación y se asocian con alta probabilidad de terminar en
divorcio. “Los denomina ‘los cuatro jinetes del Apocalipsis’:
1) ataque o crítica; 2) desprecio; 3) ignorar o retirar el habla y
4) rechazar cualquier queja de la pareja”.
Estos cuatro patrones, añade la especialista universitaria, se
concatenan generando una espiral de secuencias de interacción que
lleva a la pareja a la destrucción del matrimonio. El problema no
radica en las diferencias o conflictos mismos, pues son comunes e
inevitables en la mayoría de las relaciones. Para impedir el
rompimiento, Gottman sugiere aceptar la responsabilidad en vez de
defenderse ante la queja, pues las personas que desprecian devalúan
a su pareja y no saben controlar su enojo sin menospreciarla.
Los estudios de Gottman también señalan que existen dos épocas
delicadas durante el matrimonio. La primera incluye los primeros
siete años, durante los cuales hay elevado número de divorcios
después de una media de 5.2 años de unión. La siguiente es la que
va de los 16 a 20 años, generándose muchos divorcios después de
16.4 años.
“Vamos a darnos un tiempo”
Si está consciente de que las cosas con su pareja no están
funcionando como antes, en vista de preservar la relación ¿será
momento de tomarse un descanso? Al respecto existe cierta
controversia, pues para algunos sectores la separación momentánea
podría permitir a la pareja despejarse de todas las telarañas y
aclarar su mente. En tanto, hay quienes consideran a esta tregua el
principio del fin.
Cecilia Quero comenta que es común que uno de los integrantes de
la pareja proponga que se den un tiempo; sin embargo, desde su
perspectiva y su experiencia terapéutica no siempre es lo más
recomendable. “He tenido pacientes que llevan esperando 10 años, y
en ese periodo sus ex parejas ya han tenido varias relaciones”.
Quienes piden la separación refieren: “Estoy confundido (a)”
o “quiero poner en orden mis pensamientos”. “En la terapia les
pregunto a ambos miembros de la pareja si aman a ‘x’ persona y si
se aman uno al otro y de inmediato responden. Entonces, es obvio que
quien pide la tregua no está muy confundido que digamos respecto a
sus sentimientos”, indica Cecilia Quero. Y acentúa que estas
separaciones le dan la oportunidad a quien la propone de buscar otra
relación, mientras la contraparte no sabe qué hacer.
Cuando la pareja propone la separación temporal uno tiene la
opción de aceptar o no. “Es totalmente respetable si alguien
accede porque tampoco se trata de someterse a todo lo que nos dicen
que tenemos que hacer. En ese tiempo es posible replantear la
posición y tomar decisiones”, señala la psicoterapeuta.
De acuerdo con Irmgard von Wobeser, el “vamos a darnos un
tiempo” tiene ciertos rasgos positivos, toda vez que permite
apaciguar los ánimos y reflexionar. “Considero que los miembros de
la pareja necesitan estar tranquilos para resolver sus conflictos, y
esto a veces se da desde la distancia. Por supuesto, se trata de
medida peligrosa porque no sabemos hacia dónde se dirigirá la
pareja o a lo mejor se involucra con otra persona. Pero quizá es más
riesgoso permanecer en una relación deteriorada donde a veces, desde
mi experiencia clínica, llega un momento en que ya no es reparable”.
En cuanto al tiempo que debe durar la separación, la especialista
de Von Wobeser Human Consulting considera que pueden ser seis meses o
un año, pero reconoce que cada pareja debe hacer su negociación.
“Creo que estar separado te da otra dimensión e incluso puedes
ayudarte a decidir si lo mejor es el divorcio”.
Una mala racha será sólo crisis si es superada, pero se
convertirá en separación definitiva si el amor acaba. No se separan
dos personas, sino a veces una familia con hijos, todo un entramado
de relaciones y amigos. Por tanto, si la pareja se encuentra con
problemas es conveniente que acuda a un terapeuta que desbloquee la
situación y habilite espacios para restituir el equilibrio y
ayudarles a decidir lo que más les conviene.